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En la recta final del siglo XIX, el papado se encontraba en unasituación precaria. En 1870, cuando el nuevo Reino de Italia hizo deRoma su capital, desaparecieron definitivamente los EstadosPontificios y el papa, Pío IX, tuvo que recluirse en el Vaticanoabandonando para siempre el Palacio del Quirinal. Desde el Vaticano,como desde una cárcel, el papa contemplaba cómo se desmoronaba sumundo. El avance de la secularización arrinconó al papado hasta elpunto de que sus contemporáneos pronosticaron su desaparición. Elpapado, sin embargo, no solo no desapareció, sino que hoy en día esuna institución reconocida internacionalmente en términosdiplomáticos, políticos y mediáticos. E incluso en el seno de laIglesia católica, el papa dispone actualmente de una capacidad paraimponer su criterio mucho mayor que siglos atrás. ¿Cómo ha sidoposible que una institución que a finales del siglo XIX se encontrabaacorralada, desprestigiada y arruinada, sea hoy capaz de influir enlos temas que más preocupan a la sociedad? ¿Qué queda de ese papadomilenario al que desde la propia institución se apela paralegitimarse? ¿Cómo ha conseg
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